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domingo, 8 de enero de 2012

THE SEVERED GARDEN (mierda y muerte)

    Amanece un nuevo día. Qué frase para que fuera cierta, pero a mí, como decía Carlos Herrera una vez en la radio, "me han hablado bien de los amaneceres", poco más sé de ellos. De hecho, son las doce menos cuarto y me acabo de levantar
     Hoy tengo cuerpo de existencialista, de apocalíptico, y por alguna extraña asociación, me vienen ideas escatológicas a raíz de ello. No es tan extraño, me corrijo. Cosas de las que no se hablan, cosas que no nos gustan: el pis, la mierda, el sudor, las uñas cortadas, ...la muerte. En forma de fluidos, de materia informe, vamos perdiéndonos en el camino, dejamos un rastro como un caracol, una estela de baba brillante como la silueta del brazo de una estrella, ese sudor estelar que muestra como el trazo instantáneo de un meteoro nuestro paso por la vida. Después de todo eso somos, ya se dijo: polvo de estrellas. Es repugnante, pero sólo porque forma parte de esa vulnerabilidad que nos caracteriza, sólo porque denuncia nuestra composición, nuestro olor, nuestra caducidad y eficiencia energética.
     Visité hace poco "El museo del jamón", en Aracena. Allí te explican eso de la conversión cárnica, es decir: cuánto tienes que comer para engordar una arroba. Esto vale para mí, vale para todos, pensé. Los seres humanos también tenemos un índice de conversión cárnica, pero no lo utilizamos, no nos comemos unos a otros, por ahora.
     Esa, la conversión cárnica humana, es una forma más de señalar nuestro caduco carácter material, nuestra pertenencia a un reino animal organizado con nosotros en la punta de la pirámide. También es un índice de nuestra finitud que la cantidad de comida que ingerimos suele ser inversamente proporcional a los años que tenemos. A más años, menos comemos. Ahora, con cuarenta tacos, como casi la mitad que a mis desaforados veinte. Con ochenta o así, no comeré nada, tiendo a lo infinitesimal, estaré muerto ya.

     Una última y algo extraña asociación entorno a la muerte, sobre la muerte y la mierda. Cuando mi hijo ya había cumplido los dos años empezaron en la guardería con el control de esfínteres. Poco a poco, buscando el ritmo interno que cada niño lleva cifrado en su naturaleza a modo de sello propio, mi hijo aprendió a controlar el pipí. Pero con la caca no había manera. Pasaron los meses y la cosa era de flagrante delito: todos los niños controlaban ya la caca menos el mío, vaya por dios. En la guardería lo acusaban de vago, de abstraído (no sé que tiene eso de malo), de hacerlo para llamar la atención (como si no quisiéramos llamarla todos, tímida o descaradamente). Pero algo no me cuadraba: ¿el pipí sí la caca no? ¿Por qué cuando lo sentaba casi se ponía a llorar y tal y como le ponía la ropa se lo hacía de inmediato encima? Finalmente me puse a investigar y abrí ese laboratorio de la vida, la existencia y todo el anecdotario de lo existente; ese laboratorio, biblioteca, sala de cine, de prensa, zona de cotilleos y muro de las lamentaciones, ese oximoron del universo que crece y crece sin parar hasta que un día nos trague: abrí Google. Y allí descubrí, tras indagar un rato, que algunos niños sienten pavor a defecar por un motivo que me parece de lo más existencialista, un primer encuentro con el miedo a la muerte: los niños piensan que esa caca que se separa de su cuerpo es una parte de ellos, de su cuerpo; y creen que es una parte insustituible, que no volverán a tenerla. Es algo minoritario, poco frecuente, pero pasa, y a mi hijo le pasaba. El truco para solucionarlo fue fácil, obvio, por eso me costó trabajo encontrarlo, pero lo que me interesa aquí es señalar la conexión entre ese acto escatológico y la muerte.
Mierda de artista, de Piero Manzoni
     En mi caso, como en el de muchos, supongo, comienzo el día con un ritual de muerte completo. De natural hablador, me levanto mudo, ensimismado, y me gusta estar así algunas horas. Me preparo un café pero a veces no llego a terminar de ponerlo en la taza cuando la llamada de esa parte de mi cuerpo que quiere despedirse de mí me impele a ir al retrete. Y soy de esos que cuando aún no se han sentado en la taza ya pueden levantarse, limpiarse y volver a por su café. Soy de los rápidos, de los que sueltan lastre a toda pastilla. Esa es una clasificación posible de una actitud humana hacia la muerte: estreñidos o sueltos de vientre. El estreñido pelea para deshacerse de aquello, el suelto para mantenerlo dentro. Finalmente, ambos pelean inútilmente.
     Uno nunca sabe qué le traerá el nuevo año. Propósitos, promesas o simplemente una vaga esperanza de que nada cambie. A mí, un par de días después de la bacanal consumista de los reyes, me ha traído este extraño post que no sé a qué viene. Un post lleno de mierda, muerte y absurdas conexiones. Pero aún así voy a darle al botón de publicar. Pido perdón a los olfatos sensibles, quiero compensar al amable lector (me dirijo a vosotros como lo hacía Dostoyeski: amable lector, caro lector) así que le regalo este poema vitalista pero lleno de melancolía en su adagio. Este poema que acaba con una negación absurda (I will no go), pero hermosa por su inocencia y afirmación vital. Porque no hay mejor resumen de lo que debería de ser la vida que ese, una fiesta de amigos. Para disfrutarlo plenamente, pulsa antes de leerlo el vídeo de Youtube.


         
They are waiting to take us into
the severed garden
Do you know how pale and wanton thrillful
comes death on a strange hour
unannounced, unplanned for
like a scaring over-friendly guest you've
brought to bed
Death makes angels of us all
and gives us wings
where we had shoulders
smooth as raven's
claws

No more money, no more fancy dress
This other kingdom seems by far the best
until it's other jaw reveals incest
and loose obedience to a vegetable law.

I will not go
Prefer a Feast of Friends
To the Giant Family.


Traducción:

Esperan para llevarnos
al jardín apartado
¿Sabes lo pálida y estremecedora
que a una extraña hora llega la muerte?
Sin anunciarse, sin planear,
como una terrorífica amiga a la que
has llevado a tu cama.
La muerte nos convierte en ángeles
y nos da alas,
allí donde teníamos hombros,
suaves como las mandíbulas
de un cuervo.


No más dinero ni disfraces,
este otro reino parece con mucho el mejor
hasta que su otra mandíbula revela el incesto
y abandona toda su obediencia a una ley vegetal.


No iré.
Prefiero una fiesta de amigos
a la Gran Familia.

7 comentarios:

  1. Qué extraña entrada. Escatología y muerte unidas, pero tiene sentido, y tiene gracia, la verdad.
    Lo que me ha llamado más la atención es el problema de esfínteres de los niños. Es tan metafórico.

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  2. El poema de Jim Morrison no pinta nada de nada aquí. Venía buscando algo sobre eso.

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  3. Demasiada dosis de realidad para empezar el día. Pero nos hace falta recordar qué somos y de qué estamos hechos. El vitalismo, igual que el optimismo, nos más que una forma de psicosis, esa es la verdad. Por eso esas afirmaciones supuestamente transgresoras de Jim Morrison no me parecen más que el pataleo de un niño que no se ha enterado de qué va la película.

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  4. Tienes que haber visitado esa tumba para comprender cómo la aureola de muerte abraza la figura de Jim Morrison. Es esa mezcla entre las ganas de tener el mundo y tenerlo ahora y vivir al límite, en el peligro lo que lo convierte en un mito donde su muerte es un hecho fundamental al haber sido tan temprana.
    Creo que Morrison era de los que cagaba rápido, no tuvo tiempo para otra cosa, me temo.

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  5. Vaya! No pensé que el tema del control de esfínteres de nuestros hijos pudiera ser tan profundo. Me ha encantado! La verdad es que ellos son una oportunidad para aprender más que para enseñarles, y nos enseñan lo más importante de la vida.

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  6. Con todo eso de la Mierda de artista empezó la degeneración del arte. Ahora tratan de llevarla a la literatura, nocilleros y amigos, con los artes híbridos y las cacaditas varias, como decía Montero Glez (he leído tú artículo)
    Coincido en que son artistas conceptuales (etiquetémoslos de alguna manera) metidos a escritores.
    Y sí, tiene que ver mucho esto con la mierda y la muerte. No digo más.

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  7. Extraño artículo, no sé si lo he entendido. Pero me queda una dudo por resolver: ¿cómo solucionaste lo de tu hijo? es que a mí me pasa lo mismo y lo dejo estar y le aplico paciencia y muchas toallitas, jajaja...

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