Nietzche hablaba de una estrella
danzarina que había que encontrar en nuestro interior, pero más modesto, me
vine a Schimdt y como su fauno, acabé perdido en los momentos de la vida. No es
cierto que la vida sea un relámpago entre dos nadas, Sartre, te quedaste corto,
te falló la vista. La vida (instrucciones de uso? please) es golpeada por un
buen puñado de momentos, secos como cortes a navaja, gloriosos trallazos de
luz, chorros de amor, lágrimas marcando como un tiralíneas de tinta seca el
rostro, risas llena de voz, llenas de verdad, llenas de un grito desesperado,
llenas de polvo y arena seca a veces.
La
vida es.
Una
vez que te subes al lomo de este elefante ingobernable sólo te queda seguir
ahí, disfrutar el viaje y agacharte cuando las ramas vayan a golpear tu cabeza.
Ni idea del rumbo, imposible torcerle un grado.
Empiezo
a darme cuenta que cada día reduzco mis preceptos, que cada día estoy dispuesto
a entender más, a comprender más, que cada día, en definitiva, estoy dispuesto
a abrir los brazos hasta donde haga falta con tal de tener vida, de seguir en
pie, vivo.
Me
vale, por ejemplo, unos ojos clavados en mí, una mirada y esperanza. Aunque eso
es mucho, demasiado tal vez, y sin embargo, ahí está, ahí llega, cuando menos
lo esperas.
Rezo
para que la arena nos acaricie en lugar de arañarnos, el mar nos alivie con su
frescura en lugar de golpearnos con su furor. Rezo, ahora que el verano está en
ascenso, para que el sol nos dore a todos y no nos queme. Rezo de veras, a
sabiendas de que no será así, de que en el calor, de una u otra forma, algo ha
de quemarse.
Me
levanto y siento la estrella danzarina en mí. Quisiera vomitar sobre el suelo
una página loca, como Miller hacía, y entonces tiraba de mi mano y me hacía
volar. Lo cierto es que estoy vivo y tal vez eso es lo único que me asusta de
veras, cuanta vida queda en mí, para qué, con qué propósito.
Bebo
los tragos que puedo y quiero más, y estoy ahí, para ti, si quieres tirar de mí
y tienes algo que darme, pero que sea de verdad, que tenga pulpa y huesos y sea
algo vivo y cierto.
Al
fin y al cabo, tal vez, después de todo, esto no soy más que yo. Y al final del
día, no soy yo, sino él, mi alma, lo único que verdaderamente importa, la
verdadera luz de mis días (Light of day)
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