EL BOSQUE DE LA NOCHE
You said, nothing can go wrong
so long as we are together
La última hora solitaria de la madrugada y, sin sueño, quiero enterrarme en la cama. No hay momento donde no pueda esconderse la soledad y, envuelto en ella, el dolor. El dolor, como un veneno impenitente, como el mercurio del pez espada y los atunes rojos, que jamás desaparece de nuestra sangre, que la va adensando como un chocolate casero que acaba por ser una lata de pintura plástica hirviendo por equivocación en nuestra cocina. La soledad de sentirse vivo, tan cercana y fronteriza a ese cuerpo que yace tan profundamente entregado al sueño a tu lado, en total abandono. Ese cuerpo que hace un momento que exhaló el último quejido de placer y luego, poco a poco, fue recomponiendo el gesto y recobrando el pulso y el aire hasta encontrar su dibujo perfecto en el colchón y adherirse a él.
Tal vez es sólo una tradición, la
vieja costumbre, incorregible. La voz de las horas oscuras, llena de silencio y
eternidad, cuando el tiempo parece no caer y se respira mejor y más puro. ¿Ya
sabes que es mentira no? Ya son las cinco y media pasadas y pronto la
guillotina fría del amanecer cortará esta tira de eternidad y sólo te quedará
la mullida profundidad del sueño para escapar. Pero hasta entonces, en todo
caso, el mundo es tuyo.
Ha sido un buen día, no hay muchos
así. Un gran día. Para ser perfecto sólo te ha faltado la sonrisa de él, tal
vez cinco minutos viéndolo jugar en la playa. Él resume lo mejor de ti con su
existencia, y está contigo, siempre. Las horas de la noche, incluso, tan
sagradas, no son ya nunca igual de negras desde que existe, desde que brotó de
ti y se desgajó de su madre gritando hasta aparecer en este mundo de extravío.
Anyway, el día ha sido grande, y necesitas
todo esto, este alimento, esta vida salvaje, este falso paraíso y este respiro
para beber en un regato del río. Acariciar una piel como si fuera arena una
tarde de agosto. Incluso te aferras a vanas supersticiones que en el frenesí se
vuelven dogmas. Como beber de la fuente
de jade, para conseguir borrar toda tristeza de la mirada. Pero la tristeza
de la que hablas es un peaje preciso, imborrable y tatuado, que se llama vida,
años. No se desprende, no se rasca, no sale. Y está bien así, qué coño? Eso, y no
muchas cosas más, eres tú.
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Arrugas en el alma, o no has vivido. |
Cosas sencillas, primarias: amar, beber,
besar, comer, meter la cabeza en la bañera, morder un muslo blanco y dejar una
marca en él, pasar páginas hasta encontrar ese poema y recitarlo, parar la peli
en un instante y dilatarlo con interpretaciones y pasión, como si fuera una
extensión más de lo que vienes haciendo con ella, pero esta vez sin tocarla,
revolver el pelo amarillo hundiendo los dedos hasta sentirlo atrapado, colocar
un pulgar en los labios o introducirlo en la boca, leer juntos en la cama, en
las hamacas o tumbados en la arena, oler en tus dedos el mar que no has tocado,
sentir el eco de un susurro mientras te dicen al oído palabras que no se pueden
confesar, palabras que sólo tienen sentido en un momento y en ese momento
fueron para siempre. Y reír, reír con su risa que espera tus palabras y estalla sin poder evitarlo y reconoce tus
guiños y tus giros.
Y pensar que ha sido intenso, intenso de
veras, intenso como decía Percy Byshe Shelley de su vida, que era una vela que
ardía por los dos cabos. Hasta soledad ha tenido el día, como un regalo para
encontrarte y desde el fondo paladear y admirar lo vivido, mientras sientes
algo frío. Soledad para sentarte ahora, casi las 6, y escribir esto.
Al final recobrarás la cordura y te agazaparás
sobre el hueco de ese cuerpo para en su calor caer rendido, dejar la tristeza a
un lado, y también el bullir y los recuerdos y las ansias... Poco a poco un
suave mecer te adentra en otro escenario, donde nunca sabes que vas a
encontrar, pero seguro que es algo que tienes dentro, muy dentro. La película
de nuestros sueños proyecta la luz de esa última vela que se esconde en nuestro
corazón. Hacia esa luz voy-vas.
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Mi relato me trajo a la memoria este gran libro, con el que nada tiene que ver. Un libro escrito en un idioma extranjero y desconocido, que todos podemos entender (Mi frase del día). |
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