Nace el día, amanece (que no es poco). es el fin de la bestia de dos espaldas, el ocaso de los besos aunque los ríos que van a parar a la mar aún fluyen, sin embargo. Inevitablemente, todo es triste o azul, por un momento, aun cuando un sol amarillo le rasca a la arena infinita su primera corteza de nata y canela.
Se puede jugar con fuego, cierto,
hasta que llegan las brasas, y ya no hay punto de retorno y has de quemarte o
salir huyendo. Cuando llega el frío es hora de la última apuesta. Entre el eco
de las risas, el parpadeo de mil fotogramas, libros viejos citados mal y ya
perdidos en la memoria, tenía que surgir el paso por el que se salía de este
valle, este oásis sin palmeras. Esta isla rodeada de muros y chalets de lujo
tenía que desmoronarse cuando al final del tiempo apareciera una mirada en
forma de interrogación.
A partir de ahí, el tanteo del pánico, el
desfiladero del amor, con esa caída a medio metro hasta un fondo conocido y cercano
aún. Pain is coming.
keep me in your heart for a while
Lo cierto es que ha sido hermoso,
muy hermoso. Vivo, lleno, grande. Lo cierto es que ha sido eso, y que no puede
ser más. El paraíso tenía su fin, escrito a la entrada como un anuncio
incómodo, y ahora se elevan de nuevo las voces que os llaman, los miedos que os
acunan, el tiempo que os separa. That’s life.
Los ojos azules cuando lloran
parecen hielo derretido. Dentro, contienen un secreto y es común a todos
nosotros, pero eso no los hace menos poderosos, menos subyugantes, no encogen
menos el corazón por ello. La serpiente del dolor avanza, sin manzanas ni
necesidad de palabras.
Pero luego, amanece definitivamente
y hay un reencuentro una vez más, y hay que agotar la mañana, y la tarde, sin
salir de este cuadrilátero mullido testigo de estos días. Y a través de este
pacto hay lugar para la dulzura, para la dulce amistad triste del adiós, para
comprender y aceptar lo encontrado. Y se apuran los restos de estos cuerpos que
parecían ya cansados, pero qué va.
Me decía Zizek ayer que no queremos
lo que creemos que queremos. Pero lo parece, coño, vaya si lo parece. Que no
queremos, realmente, ser felices, alcanzar lo que deseamos, pues en el momento que lo somos desaparece el
misterio, es ya otra cosa, y con él el deseo, motor de la vida.
Yo no lo sé, no estoy seguro, ignoro
si detrás de un deseo, cuando lo alcanzas, no hay otro encadenado, y así
sucesivamente, como un abrir de puertas entre habitaciones que se suceden en un
gran laberinto. Todas las personas, de alguna manera, somos matrioskas sin fin
que esconden el premio gordo en el último juego.
"Siempre habrá quien lea, siempre querremos leer, lo digo y lo dirán muchos".
ResponderEliminarLeer, escuchar, acompañar. Un placer tu escritura. Gracias.
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