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martes, 23 de abril de 2013

UN LIBRO, UN SOLO LIBRO

     23 de abril, día del libro.

     2013, y no hace muchos años que los libros no son para mí lo que eran, no de la misma forma, no entrañan la misma condición ni poseen ese carácter velado, secreto. Perdieron su liturgia, su lugar, y carecen también de ese espacio que tenían en mi vida. Puede que sea porque durante muchos años fueron todo, tomaban para mí todas las formas, tenían la condición de una deidad total y suprema, su liturgia era mi encuentro con el mundo, la vida y su negativo. El espacio de mi vida, más que otra cosa, era el espacio de los libros.

La llegada de un hijo es el comienzo de un nuevo mundo. Tal vez por eso me viene a la cabeza esta imagen.


    Y ¿qué te pasó, macho? Me pasó la vida. Primero y decididamente, la mía propia. En el 2008 llegó un huracán, un cataclismo de nudos de luz y mil corrientes que como veneros se instalaron para siempre en mis venas. Llegó Diego, mi hijo. Arrasó las tierras para empezar el mundo y con él, sin saber al principio cómo ni por qué, cambió mi relación con los libros y con la escritura. Cambió mi relación con todo.


     Y luego está esto, luego está internet, los blogs, las páginas, Facebook, etc... De pronto, el verdadero libro infinito del que nos hablaba Borges (era una biblioteca, pero también un libro infinito, sí) se desplegaba incesantemente ante nosotros y nadie sabía (ni sabe) muy bien qué hacer con él. Desde que existe esto, y cuelga en la cabecera de nuestra existencia el cartel de San Google, nuestra relación con la información, el lenguaje, las imágenes y la música, han cambiado drásticamente. Creo que la mayoría aún no nos hemos enterado bien de cómo ni cuánto, y seguimos hablando de libros, pelis y canciones como si esto no estuviera como está. Pero lo hacemos aquí, y aquí se crea la madeja que nos mantiene en vilo horas y horas. Esas horas, están aquí ahora, y no en esos libros que devorábamos sin parar.


     Si tuviera que elegir, contemplando toda mi vida hasta donde puedo recordarla, ¿qué libro señalaría, cual elegiría como el que me ha influído más? De decir un título para mi epitafio, ¿qué título sería ese?

     No parece fácil, requiere un recorrido rápido. No se trata de elegir el mejor libro, el que considero el mejor, sino de nombrar ese libro que me caló los huesos, que me empañó la mirada, el libro donde guardé mi secreto, ese que voy susurrando al oído de todo el que quiere darme algo de calor.

     De mi primera infancia no sé qué decir, nada en principio de esa nebulosa, ese milagro donde todo está confundido, es uno, y al mismo tiempo posee el trallazo vigoroso de la clarida de la síntesis y la comunión de las realidades. Luego, llegaron dos libros que me ofrecieron dos versiones de mi mismo y dos maneras de entender el mundo, la vida, y mi disposición para con ello. Tom Sawyer vs La vuelta al mundo en 80 días. Lo primero que se manifestó con estos dos libros es que no supe dejar atrás, ni he sabido hacerlo con el paso de los años, esa obsesión infantil de los primeros años por empantanarse en un tema y vivir en él. Quiero decir, que siempre he sido animal de relecturas, de coger un libro y no hacerlo mío, sino hacerme yo de él, entregarme, dárselo todo, dejar que cambiara mi piel, mi sensibilidad y mi manera de mirar el mundo.
     Tom Sawyer me ofrecía un mundo de aventuras, vida a salto de mata, pura anarquía, sangre y sudor salado. Alegría, Tom me ofrecía un mundo de alegría y ganas de vivir. Por este libro tomé una decisión que me haría sufrir, que condicionaría mi infancia, y lo hice muy pronto, no tenía yo ni ocho años, en aras de la libertad, de mi libre albedrío. Dado el funesto resultado (aunque encontré aventura, vida, calles, noches de camaradería, fugas y mil invenciones); no era raro que acabara por refugiarme en su opuesto, La vuelta al mundo, una historia que me ofrecía la posibilidad de controlar al mundo, hacerme con él, y someterlo a través de la disciplina y la voluntad. Claro que nada de esto es real, y La vuelta al mundo es un gran error en ese sentido. No es un error mío, sino un error del XIX, sobre todo de sus finales, un error humano de fe en sí mismo que luego se vino a desmontar, o mejor, seamos claros, a despedazar.
     No creo que leyera yo estos libros menos de diez veces, antes de cumplir los diez años. Y luego, de pronto, con mi adolescencia, me encontré con algo que marcaría mis años siguientes: la ciencia ficción, y muy especialmente en mi caso Isaac Asimov. Creo que la vida, o lo que ella hace con nosotros, me lanzó a la ciencia ficción, que no es sino el últímo rincón del idealismo, al menos en mi caso lo fue. La ciencia ficción es eso, creer que el hombre puede construirse con su sabiduría y su tecnología sin estropearlo en aras del poder de unos pocos, sino en beneficio de todos; creer que el hombre dará lo mejor de si mismo para que todos seamos más. Hablo de esa ciencia ficción que conocí y busqué. Luego descubriría que la ciencia ficción engloba todas las parcelas del ser humano, y que incluso se centra más precisamente en la que caracteriza en mucho a este, es decir: su capacidad autodestructiva. Pero no fue lo que me atraía entonces. Ya lo escribí aquí, yo soy un maldito, pero la vida me apartó de ello por un excesivo y temprano dolor, confundiendo mi destino, tratando de encarrilarme por un buen camino que nunca ha sido, realmente, el mío.

TO BE CONTINUED ?

2 comentarios:

  1. Es muy interesante esta mirada y las primeras lecturas. Pero por encima de todo, lo que me fascina de tu blog son esas frases que rasgan el párrafo, dejando ahí tanta belleza que me quedo sin palabras, atrapada en ellas.

    Lorena S.

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  2. No va a continuar? Me interesan las lecturas siguientes y qué pasó con ellas. Y saber que hicieron con tu vida. Es intrigante.
    Nunca he releido, nunca había pensado en eso como lo haces y me parece interesante.

    MATRIOSKA

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